Ubicada sobre la que en tiempos fuera la ermita de San Miguel de la Peña -nótese la semejanza fonética con el impresionante monasterio de San Juan de la Peña, en Jaca, depositario en tiempos del Santo Grial, que hoy día se custodia en la catedral de Valencia- sería una auténtica aberración por mi parte hablar de Soria, su comarca, sus lugares, leyendas y misterios, sin dedicarle un comentario especial a la ermita barroca de San Saturio, su santo Patrón.
Aseveran las crónicas que Saturio -nótese la similitud del nombre con Saturno, dios del inframundo, como ha dejado de manifiesto en numerosas ocasiones Angel Almazán de Gracia, incansable investigador del pasado soriano-, un noble godo nacido en Soria en el año 493, decidió, a la edad aproximada de cuarenta años, repartir todos sus bienes entre los pobres, retirándose -cito textualmente las palabras de Francisco Aldea Chacobo, canónigo de la Concatedral de San Pedro- 'a la inhóspita soledad de ermitaño cerca del río Duero'.
Es muy posible que el visitante que acuda por primera vez a visitar la ermita, apenas se detenga un momento a meditar cómo sería el entorno en esa época nebulosa en la que el noble Saturio/Saturius -sin duda hastiado de batallas, de cortejos galantes y de indigestos festines logrados a costa de las piezas que sólo los nobles tenían derecho a cazar- decidió echárselo todo al coleto y buscar a Dios, eligiendo una vida de privaciones, retiro y completa soledad.
Si dejar que su imaginación se una con libertad y sin tapujos al 'espíritu universal' del lugar, puede que alcance a descubrir que -si no fuera por el asfalto del camino, algunas farolas y los puentes de hierro tendidos sobre el Duero- llegue a la honesta conclusión de que el sitio apenas se diferencia de aquél otro que acogió al hastiado godo en su seno, revelándole, con el tiempo, todos sus secretos.
- Soria
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